domingo, 1 de agosto de 2021

Jordan Peterson, Más allá del orden. 12 nuevas reglas para vivir (extracto)

A nivel moral, es mucho más seguro buscar en ti mismo los defectos del mundo, al menos en la medida en que alguien honesto y que no haga la vista gorda a propósito lo consideraría necesario. Cuando veas la viga en tu ojo y no la paja en el ajeno, seguramente tengas mucha más lucidez para saber qué es qué, quién es quién y dónde recae tu responsabilidad de las cosas. Es probable que tus propias imperfecciones sean obvias y múltiples; y sería oportuno que las abordaras como primer paso en tu camino redentor por mejorar el mundo. Arrogarse los pecados del mundo –asumir la responsabilidad por el hecho de que las cosas no anden bien en tu vida y fuera- es parte del camino mesiánico: parte de la imitación del héroe, en el sentido más auténtico. Esta es una cuestión psicológica o espiritual, más que sociológica o política. Pensad en los personajes creados por escritores de ficción de segunda: simplemente se dividen entre los que son buenos y los que son malos. En cambio, los escritores sofisticados trasladan la escisión al interior de los personajes que crean, de forma que cada persona se convierte en el campo de batalla eterno entre la luz y la oscuridad. En términos psicológicos, es mucho más adecuado (y encarna muchos menos peligros sociales) asumir que tú eres el enemigo –que son tus debilidades y deficiencias las que dañan el mundo- que asumir la bondad santurrona de ti y los tuyos y perseguir al enemigo que tenderás a ver por todas partes.

Es imposible combatir el patriarcado, reducir la opresión, promover la igualdad, transformar el capitalismo, salvar el medio ambiente, eliminar la competitividad, disminuir la intervención del Gobierno o llevar cualquier organización como un negocio. Dicho llanamente, estos conceptos son demasiado ambiguos. Recuerdo un sketch satírico del grupo de cómicos de Monty Python en que daban clases para tocar la flauta: soplas por un extremo y deslizas los dedos por los agujeros, decían. Cierto, pero inútil. Simplemente falta detalle. De forma similar, los procesos y sistemas sofisticados a gran escala no son lo bastante reales para hacer posible su transformación unitaria integral. La idea de que sí lo son es fruto de los cultos del siglo XX. Las creencias de esos cultos son infantiles y narcisistas; y el activismo que promueven es lo que una persona resentida y perezosa usa para sustituir el logro genuino. Los axiomas únicos de las personas poseídas por una ideología son como dioses, servidos a ciegas por sus proselitistas.

Sin embargo, la ideología ha muerto, como Dios. Los excesos sanguinarios del siglo XX la mataron. Deberíamos librarnos de ella y empezar a abordar y sopesar problemas más pequeños y mejor definidos. Deberíamos imaginárnoslos a una escala en que podamos empezar a resolverlos no culpando a otros, sino intentando solventarlos nosotros mismos mientras nos responsabilizamos del resultado.

Ten un poco de humildad. Ordena tu cuarto. Cuida de la familia. Haz caso a lo que dicta tu conciencia. Endereza tu vida. Encuentra algo productivo e interesante que hacer y comprométete a hacerlo. Cuando tengas todo eso resuelto, busca un problema más grande y trata de solucionarlo si te atreves. Si también lo consigues, pasa a proyectos aún más ambiciosos. Y como primer paso para ello… abandona la ideología.