lunes, 23 de mayo de 2022

La píldora negra (reflexión ensayística)

“Aquellos que tienen una razón para vivir, pueden soportar todos los cómos” dijo Friedrich Nietzsche. Esta oración es cierta, hasta cierto punto, porque a veces nuestras razones, que son nuestros motivos o propósitos, solo existen porque les atribuimos significado. La salida de la caverna forja un cambio en todos estos significados, así que perdemos esos porqués, por lo que resulta más difícil soportar los cómos. A esta fase de pérdida de sentido es la que se le llama la fase de la píldora negra. La buena noticia, sin embargo, es que se trata de algo temporal, casi como un rito de iniciación, un mal trago para luego adquirir la experiencia completa del viaje.

Esta terminología de las píldoras, que puede sonar demasiado categórica, existe para dar una etiqueta a los nuevos cuestionamientos que van surgiéndole al individuo en nuestra época o, para ser precisos, al individuo masculino, enfrentado a la pérdida del sentido de su masculinidad y a la crisis valórica de Occidente. Esto vino desde abajo, en ciertas comunidades de la denominada Manósfera, y está saliendo a la superficie, y ellos están comenzando a consumir esa superficie, entonces necesitan aquel nombre para darle realidad.

Ahora ¿Por qué la nomenclatura para diferenciar la píldora negra de una píldora roja? Pues, porque, primero, la píldora roja trae un conocimiento de algo que estaba oculto, en directa analogía con la película Matrix. La píldora roja trae esa cosa de “la verdad duele”, esa cosa de “conocerán la verdad y los hará libres”, pero tiende a traer liberación, y la liberación se entiende como algo positivo. En cambio, si hablamos de la píldora negra, resulta ser todo lo contrario. No es una liberación positiva, solo trae confusión. Por eso, es muy diferente de la píldora roja. Mientras esta trae esperanzas, la otra simplemente las destruye. En eso consiste su amargo efecto, su revelación. Cada vez que escuchas el término “píldora negra”, estamos hablando de nihilismo puro y duro.

El origen de la palabra nihilismo podría traducirse rústicamente como “nadismo”. O sea, nada importa, nada vale, nada significa. Así, por ejemplo, ciertas corrientes nihilistas creen que el Universo vino de la nada y que a la nada volverá. De modo que si vinimos de la nada y a la nada vamos, cualquier evento, experiencia o resultado en tu vida dará exactamente igual. Si mañana tienes dinero o no, si tienes o no tienes trabajo, si consigues una buena relación y tienes éxito en la vida, todo eso, desde esta perspectiva, no hará diferencia alguna. Simplemente se trata de una apatía, una indiferencia profunda a la vida, que no una ataraxia estoica. En eso consiste, básicamente, la píldora negra.

Podría decirse, después de todo, que la píldora negra es negativa y no reporta ningún aporte, pero esto no es tan así. El hecho es que muchas personas se vuelven, en determinado momento, depresivas, melancólicas, tristes, sin perspectiva, cuando están en busca de un sentido y un conocimiento profundo. De ahí la frase “la ignorancia es una bendición”, porque cuando no sabes cómo funciona realmente el mundo ni cómo es el trasfondo auténtico de las relaciones humanas, estás adormecido y, al volverte sensible, tiendes a sufrir más, así que el conocimiento comienza a equivaler al dolor, te das cuenta de que no todo tiene un significado ni precisa de uno y no estás capacitado ni llamado a manejar este sinsentido de las cosas.

Cuando piensas en ello y no encuentras ningún propósito razonable, de hecho, es así, para muchos. Pierden el significado profundo o general, su propio significado, y no saben cómo lidiar con eso, por lo que caen en una incertidumbre total. Hoy en día, por ejemplo, muchos hombres ya no ven sentido, ya no ven propósito en la dinámica de las relaciones sentimentales. Se aprecia un desencanto generalizado en esta dimensión de la vida humana. Y lo digo muy de cerca, aunque, a la vez, pretendiendo un alcance mayor, un examen aproximado a la situación existencial de muchos hombres. Esta puede ser, quizá, una forma de comprender cómo es hoy el mundo. Ahora, cuando alguien se da cuenta de esto y verdaderamente no ve sentido, puede caer en la inopia, la inacción o la apatía, así que precisa de una decisión, de todos modos, a pesar de su estancamiento o su esterilidad. Todo esto equivale al nihilismo y, a su vez, a la concepción de la píldora negra: una ausencia total de esperanza.

Dicho esto ¿es definitivo el efecto de la píldora negra? Solo basta considerar que nada es definitivo per se, y que, en un simple ejercicio mental, todo puede adquirir el carácter de un ciclo, de una etapa dolorosa aunque necesaria para el aprendizaje y la evolución. Habrá, ciertamente, momentos en los que algunos aspectos de la vida serán extremadamente absurdos, irracionales y negativos. Después de un tiempo, estos aspectos pueden empeorar aún más o, posiblemente, puedan mejorar, y así con todo. Si uno es capaz de aplicar la despersonalización para abstraerse un poco del ego y visualizar el plano completo, la totalidad, puede llegar a comprender que el Universo mismo es dinámico, y que luego las cosas, los factores que envuelven la vida y la humanidad se reciclan siempre, ciclo tras ciclo.

Entonces, el pensamiento que lleva al entendimiento de la píldora negra va más o menos así: los hombres viven sus vidas y se percatan de que algo está mal, por lo que buscan un conocimiento escondido, y ese conocimiento es la píldora roja, la verdad incómoda, pero, a veces, esta verdad es tan inconveniente que resulta invalidante y ya no hay nada que se pueda hacer al respecto de otras personas y los problemas del mundo. Por ejemplo, uno de esos problemas consiste en los excesos del ego humano, bajo el cual todas las acciones del hombre están controladas por el deseo. ¿Qué se puede hacer al respecto? ¿Cambiar el ego de cada quién? No es posible. Solo basta sufrir menos por ello y dar un paso al costado, eso es todo. No hay mucho que hacer para cambiar nada, realmente no hay nada sustancial que hacer, solo no contaminarse demasiado para seguir viviendo y siendo lo que uno quiere llegar a ser.

Cuando reconocemos todo eso, cuando verdaderamente reconocemos que la mayoría de las cosas que nos suceden no tienen mayor explicación, caemos en el nihilismo, caemos en el abismo próximo a la salida de la Matrix. En este punto, la metáfora de la película se entronca con la de la caverna platónica y la muerte de Dios. Digamos que se deja la Matrix, se ingieren las pastillas rojas necesarias para salir y cuando salimos reconocemos una fosa gigantesca, eso es el nihilismo, y el nihilismo no es una fase constante en la vida, constituye algo así como un vórtice, un agujero negro del cual se tiene que salir para recuperar el centro de gravedad y la liviandad de ser. Por lo tanto, uno no elige la píldora negra, a veces las propias cosas se convierten en la píldora negra, y te vuelves negativo, paranoico, depresivo, nihilista. Es solo en el momento que tocas fondo, cuando dejas a un lado toda aquella pesada carga simbólica y energética. Así, se trata de arrimarse a un sentido, por fútil que parezca, y aferrarse a algo que no te lleve de regreso al despeñadero. Únicamente entendiendo esto se puede superar el nihilismo galopante para invocar, en su lugar, el milagro del instante, del aquí y ahora en toda su plenitud, sin el sedimento del pasado. Al enfocar toda tu energía en ese milagro y en ese ahora, puedes redimirte del ciclo matricial, de la rueda de ratas, de ese proceso que repetimos todos los días: hábitos, estudio, trabajo, metas y que ejercemos de manera irreflexiva, al perder la consciencia sobre el poder del tiempo en el instante, lo único real.

Llegados a este punto, cuando la píldora negra comienza a hacer efecto en ti, es decir, cuando el nihilismo entra por tu sistema nervioso y cuentas con los anticuerpos para combatirlo y superarlo, lograrás comprender la médula de tu existencia particular. Entenderás que a nada ni a nadie le importas, realmente, y eso constituye una liberación. Entenderás que, en el fondo, somos una parte ínfima de la cadena alimenticia y del ciclo cósmico, y que, para sobrevivir, precisamos del ego, de nuestro instinto, incluso, de nuestra violencia sublimada por siglos de civilización. Entenderás que tal vez nada cambie, nunca, y que, tal vez, eso no haga ninguna diferencia. Entenderás que, incluso, quizá, las posibilidades de júbilo y de crecimiento para algunos siempre sean limitadas, y no haya forma de revertir o de remediar aquello. Pero, a la larga, estarás tranquilo, porque nada de eso importará, aquí y ahora. Cuando comprendes que el conjunto de la humanidad no cambiará, entenderás que debes liberarte de la necesidad de liberarte. Solo se precisa vivir, ahora, hasta las últimas consecuencias, y dejar de buscar en otra parte que no sea ese aquí y ahora, recorriéndote entero. Esa, amigos, es la filosofía de la píldora negra. Trágala de una vez y báncatela toda, al fin.


sábado, 13 de noviembre de 2021

El ermitaño de Treig

"No vinimos a la tierra para siempre. Me quedaré aquí hasta que lleguen mis últimos días, definitivamente” dijo Ken Smith, el hombre ermitaño que vive hace más de cuarenta años a orillas de un lago remoto en las Tierras Altas de Escocia. Ha sobrevivido todo ese tiempo en una modesta cabaña, sin electricidad ni conexión a Internet, solo a base de leña y practicando la pesca. Una cineasta, Lizzie McKenzie, lo entrevistó para realizar un documental llamado "El ermitaño de Treig". La principal pregunta qué le hizo a Ken fue por qué decidió irse a vivir lejos de todo y de todos. Ken explicó que hubo un episodio en su vida que lo marcó para siempre: a los veintiséis años había sido asaltado por una banda de matones, después de una noche de fiesta. Tras una golpiza, sufrió una hemorragia cerebral y perdió el conocimiento durante varios días. Todos sus conocidos afirmaron que Ken nunca se recuperaría, pero finalmente lo hizo. Fue así que, desde ese momento, tomó la determinación de nunca vivir en los términos de nadie más que en los suyos. Tomó sus cosas, se embarcó en un largo viaje y se adentró en la naturaleza. En el Yukón, territorio limítrofe con Alaska, se preguntó qué pasaría si comenzara a caminar lejos de la carretera, por un desvío y "se fuera a ninguna parte". Entonces, para comprobarlo, se puso a caminar, recorriendo miles de kilómetros. Sin embargo, cuando iba de camino a casa, otro episodio trágico lo volvería a marcar. Sus padres habían muerto, mientras caminaba de vuelta y no se enteraría hasta su llegada. "No sentí nada. Pasó mucho tiempo hasta que me golpeó", relató Ken, sereno.

Muchos se preguntan respecto a las razones que pueda tener un hombre para volverse un ermitaño radical. La verdad es que, bajo esa ley, las razones son solo las excusas de una decisión personalísima que el hombre ya tomó en su fuero interno. Ya sea por una herida profunda sin cicatrizar, ya sea por un aburrimiento con la sociedad, ya sea por un ánimo misantrópico, ya sea por una búsqueda espiritual trascendente, o por una experiencia de desapego con el mundo humano y de reconexión con la naturaleza, el hombre ermitaño continúa su sendero invicto, uno con su soledad, integrado a la inmensidad de lo abierto y reconciliado con la intemperie de la vida al aire libre. Ya no importan las causas. La causa es su propio camino.

Algunos podrán decir que esa es la característica de un alfa, pero yo creo más bien que se trata de la categoría del sigma, un líder solitario que se autogobierna, un hombre lobo estepario que encuentra en su propia supervivencia su realización, porque ya cuenta con todo lo que necesita para vivir: su cuerpo, su mente y el mundo abierto que lo desafía e interpela. A mi juicio, un auténtico anarquista, siguiendo la senda de Henry David Thoreau, con su legendario Walden o La vida en el bosque: «Fui a los bosques porque quería vivir con un propósito; para hacer frente sólo a los hechos esenciales de la vida, por ver si era capaz de aprender lo que aquella tuviera por enseñar, y por no descubrir, cuando llegase mi hora, que no había siquiera vivido». 


domingo, 17 de octubre de 2021

"Una mente inspira a otra mente".

Siguiendo con el espíritu de difundir el arte y la cultura en la comunidad del hombre libre, comparto con ustedes el relato ficticio sobre un sueño, mezclado con elementos del surrealismo y el thriller cinematográfico. Espero sea de su agrado.

"El cielo no conoce rabia como la del amor convertido en despecho, ni el infierno furia como la de una mujer despreciada". William Congreve.

Todo ocurría en una gran galería repleta de verde, sin techo, a cielo abierto. Una serie de columnas con reminiscencias a la arquitectura griega sostenían la estructura. Dentro de la galería se estaba desarrollando un cóctel con una cantidad inmensa de invitados. Todos portaban máscaras. Avanzaba por entre el tumulto de gente, buscando el lugar en el cual se celebraría un evento importante. Entre algunos de los pasillos que se abrían a través de la edificación debía estar aquel lugar desconocido, pero no conseguía encontrarlo. El cóctel que ocurría afuera ya no sabía si era para finalizar una jornada, o bien, para ofrecer un aperitivo previo a su comienzo.

A medida que me sumergía en la edificación, el lugar se iba haciendo más laberíntico, y la incertidumbre respecto al evento crecía. Tan pronto fui bajando a los niveles inferiores, encontré un gran salón en el cual parecía desarrollarse una ceremonia. En el momento en que intenté entrar, todo se iba haciendo más nebuloso y perdía la conciencia. Al recobrarla, me hallé en las afueras de la galería, con aquel cóctel siendo desalojado. La gente iba en retirada. Según intuí, aquel evento tan importante había acabado, y nunca supe de qué se trató ni quién lo dirigía. Fui saliendo junto con el mar de gente, hasta encontrarme con un amigo a la salida y una mujer desconocida.

Bajamos raudamente a través de un camino largo y curvo. Atrás se iba formando la estructura de una cárcel. Decidimos no mirarla, cual fugitivos o exiliados, y seguimos bajando de forma mecánica, sin rumbo específico. Al amigo se le ocurrió ir a beber algo, a cualquier antro que nos acogiera en aquellas instancias, muy entrada la noche. La mujer nos miraba continuamente, y nos seguía sin mayor preámbulo. Al llegar al plan de la ciudad, nos dirigimos a un bar de mala muerte. Nos pusimos de acuerdo con el amigo y la mujer, y fuimos ahí a beber. Conforme nos adentramos, un olor fétido inundaba todo el ambiente. Se hacía insostenible, pero el ansia de beber y de borrarse era mayor. Elegimos uno de esos puestos escondidos en recámaras. Nos acomodamos y pedimos a la señora de la barra unos pipeños que eran la especialidad de la casa.

Mientras tomábamos, todo se hacía más confuso. Se escuchaban en el ambiente las voces de los viejos chichas riéndose de manera estruendosa, y colocando una que otra canción rancia en la máquina. La mujer comenzó a beber sin control, al igual que mi amigo. Yo apenas bebía lo justo para amenizar la situación. De un momento a otro, mi amigo y la mujer comenzaron a mirarse muy fijamente, con cierta coquetería. Dejaron los vasos de pipeño, se levantaron y salieron de la recámara. Los esperé durante un rato, pero al captar que se demoraban demasiado, intuí que algo malo estaba ocurriendo. Entonces me levanté para saber adónde habían ido. Le pregunté a la señora de la barra. Ella señaló hacia el fondo del local, directo al baño. Fui rápidamente a donde la señora me indicó. Al cruzar el umbral del baño, lo primero que vi al fondo fue a la mujer, completamente desnuda, echada sobre el piso. Lloraba. Quedé realmente impactado. De pronto, ella se levantó al darse cuenta de mi presencia, y me miró, con el rostro pálido y una expresión llena de angustia. No pude hacer nada, repleto de pánico, hasta que sentí en mi hombro izquierdo la mano de alguien. Me di vuelta y era el amigo que también estaba buscándome. Le indiqué que la mujer estaba en aquel baño, muy vulnerable. Le pregunté, exaltado, qué había hecho con ella. Miré hacia donde se encontraba y no había nadie. Literalmente, se había esfumado. El amigo dijo que me tranquilizara y señaló que ella, en realidad, se había marchado y que él solo había ido a encaminarla. Extraño, considerando que la señora de la barra me había dicho que fueron al baño. Le volví a preguntar a la señora, y ella me lo confirmó. El amigo explicó que efectivamente fueron al baño, pero luego la mujer decidió irse sin previo aviso y él solo la acompañó hasta la salida. Todo lo que había visto en aquel baño no sucedió para nadie ¿Una alucinación dentro del sueño, o una visión?

Luego de aquel confuso incidente, le repetí al amigo que lo mejor era dejar el lugar, sobre todo porque el olor ya se hacía nauseabundo y los pipeños estaban empezando a causar estragos. Pagamos la cuenta a la señora de la barra y nos despedimos. A la salida, el amigo decía que iba para otro lado. Estrechó su mano y se fue sin mayores explicaciones. Yo me sentía muy mal. Aproveché de volver al antro para ir al baño y alcanzar a vomitar. Le pedí amablemente a la señora si podía hacerlo. Ella no puso reparos. Entonces me apresuré y me colé entre el grupo de viejos chichas que ahí seguían bebiendo. Justo cuando iba a entrar al umbral del baño, todo volvía a hacerse nebuloso y perdí la conciencia, tal como ocurrió al intentar entrar a aquel gran salón en los niveles inferiores de aquella edificación.

Al recuperar nuevamente la conciencia, me hallaba ingresando al salón donde debía suceder aquella ceremonia. Sobre las paredes del salón había símbolos de triquetas. Apenas avanzaba, mi cuerpo se iba adormeciendo. Lo hacía, ante la mirada estupefacta de la gente allí presente. Solo atiné a observar sobre el escenario. Había una mesa larga en la que presentaban un libro. Miré un poco más, y sentada al medio de la mesa estaba la mujer que nos acompañó a beber con el amigo a aquel bar. Me observó a lo lejos, fijamente, con un rostro pálido de sorpresa. A su lado, se encontraba sentado nada menos que el amigo, quien me observó con el ceño fruncido. Él estaba allí en calidad de anfitrión. Al permanecer atónito en medio de la ceremonia, varias de las personas allí se levantaron, aterradas y comenzaron a señalarme. Otras tantas, se fueron incómodas. Luego, bajaron unos tipos que custodiaban el evento. Me sostuvieron fuertemente con el ánimo de expulsarme de ahí lo antes posible No me resistí mayormente, demasiado embotado para reaccionar. A medida que me alejaban, la gente regresó a sus puestos, y el ambiente volvió a retomar su color particular.

Los tipos me desplazaron rápidamente y me dejaron tirado en un cuarto oscuro. Sin demasiadas fuerzas, intenté incorporarme y apenas abrí los ojos cuando se prendió una luz. Pronto, al abrir la puerta, entró caminando la mujer del salón. Tenía una apariencia diferente. Se había teñido el pelo y llevaba un pañuelo verde bajo el cuello. Se paró enfrente de mí. Empezó a increparme con un rostro desencajado y una mirada de odio, diciendo cosas apenas ininteligibles con mis sentidos entumecidos. En un momento, volvieron a entrar al cuarto aquellos guardias que me habían reducido para traerme acá. Me agarraron y me levantaron. La mujer se acercó nuevamente, sin despegar de mí esa mirada de odio, hasta que me gritó fuerte y claro: -¡me cagaste la vida!-, le gritó, fuerte y claro. Esto sí que lo escuché de manera tan enérgica que me erizó la piel y se repitió en mi cabeza. Acto seguido, la mujer me escupió la cara y los tipos comenzaron a golpearme entre todos, sin respiro. Entre golpe y golpe, paralizado y sufriente, noté cómo la mujer se alejaba, volviendo por donde vino, sin explicación alguna. Después de la tremenda paliza, y totalmente abatido, los tipos me condujeron afuera de la edificación, lo más lejos posible de la ceremonia que se continuaba realizando.

Lo que más me dolió, aunque parezca incomprensible, no fueron los golpes de aquellos tipos violentos, sino que la explosiva imprecación de la mujer. Después de todo, aquel solo era un dolor físico. Este otro, en cambio, continuó retumbado en mi interior cual acusación temeraria. Por más que lo pensaba, no entendía por qué esta mujer me tenía tanto odio. Y por más que hacía memoria, no lograba recordarla ¿Cuál habrá sido la razón? ¿Qué cosa le habré hecho en el pasado como para que llegara a ese extremo? ¿Habré tenido acaso algo con esta mujer? En tal caso ¿Habrá sido algo incidental o realmente algo significativo? Todos estos cuestionamientos no paraban de acosarme, sirviéndome de tormento en la medida que el dolor de las heridas recibidas por los guardias se hacía aún más agudo.

Intenté volver al exterior de la edificación, rumbo a la galería, a través de esos pasillos interminables. Exigía una explicación. Quería hablar con la mujer y preguntarle la razón de tamaño matonaje en mi contra. Qué había hecho para merecerlo. Cuando conseguí llegar al sector repleto de verde, estaba todo completamente vacío, aunque desordenado y con sobras del cóctel que se había hecho durante la ceremonia. Caminé lentamente hacia una copa de champaña que allí había. En el momento que intenté servirla, para calmar un poco mi angustia, sentí un gran golpe en la nuca que me tumbó sin remedio contra el piso. Antes de volver a quedar inconsciente, alcancé a distinguir la figura del agresor. Era la del amigo que acompañaba a aquella mujer, pero cuyo semblanza apenas conseguí reconocer. Mi noción del tiempo y del espacio se fue desvaneciendo. Recuerdos fugaces pasaron por mi mente, recuerdos entremezclados de mi antigua vida con aquella mujer misteriosa. Recuerdos agridulces. Tras estos recuerdos, una enorme fosa se abrió paso dentro de mi consciencia y mi corazón. Así, me hundí lentamente en la fosa, acaso sin posibilidad de volver a la superficie y recuperar mi centro.

Cuadro: Fussli, "Lady Macbeth con los puñales", 1812

martes, 21 de septiembre de 2021

Ralph Waldo Emerson, La confianza en uno mismo (fragmentos)

 


Hay un momento en la formación de todos los hombres cuando se llega a la convicción de que la envidia es ignorancia; y la imitación un suicidio. Que tiene que aceptarse a sí mismo, bueno o malo, como es. Que aunque el ancho mundo esté lleno de oro, no le llegará ni un gramo de trigo por otro conducto que no sea el del trabajo que dedique al trozo de terreno que le ha tocado en suerte cultivar. El poder que reside en él es nuevo en la naturaleza, y nadie, más que él, sabe cómo usarlo. El mismo no lo sabrá hasta que lo ponga a prueba.

[...]

Creed en vuestro propio pensamiento; creed que lo que es verdadero para uno en la intimidad del corazón, es verdadero para todos los hombres: eso es el genio. Expresad aquello de lo que estás convencido en tu interior y se convertirá, a su tiempo, en opinión universal; ya que lo más íntimo llega a ser lo más externo.

[...]

Ahora nosotros también somos hombres y debemos aceptar con él espíritu más alto el mismo destino trascendente [de los grandes hombres]; no somos menores de edad ni inválidos metidos en un refugio, ni cobardes que huyen ante una revolución, sino guías, redentores y benefactores, obedientes al todopoderoso esfuerzo; ¡avancemos, pues, entre el caos y la oscuridad!

[...]

Quien aspire a ser hombre no puede ser un conformista. Quien desee ganar las palmas inmortales, no debe detenerse por lo que otros llaman el bien; debe preguntarse si en efecto ese es el verdadero bien. Nada es sagrado, excepto la integridad de nuestra alma.

Absuélvete tú mismo y tendrás el favor del mundo… El bien y el mal no son sino nombres que pueden fácilmente transferirse de una cosa a otra; para mi lo único recto es lo que está en armonía con mi ser; lo único ilícito, lo contrario a él... Estoy avergonzado de ver con cuánta facilidad nos rendimos a símbolos y nombres; a grandes sociedades y a instituciones muertas. Cualquier hombre bien portado y bien hablado me impresiona más de lo debido. Necesito marchar erguido, mostrar vitalidad y hablar siempre el rudo lenguaje de la verdad.

[...]

Por escasas y humildes que sean mis facultades, soy tal como soy, no necesito de la opinión de otros para convencerme o convencer a los demás.

Lo que tengo que hacer es lo que es acorde a mi personalidad, no lo que la gente cree que debo hacer. Esta regla, tan difícil en la vida práctica como en la intelectual, puede servir para establecer una distinción completa entre la grandeza y la mediocridad. Es muy difícil de seguir, porque siempre hallarás personas que creen saber cual es tu deber mejor que tu mismo. Es fácil vivir en el mundo según la opinión del mundo. Es fácil vivir en soledad según nuestra propia opinión. Pero el hombre grande es aquel que en medio de muchedumbre conserva con perfecta dulzura la independencia de su soledad.

[...]

Otro temor, que nos aleja de la confianza en nosotros mismos, es nuestra necesidad de consecuencia: la repugnancia a contradecirnos. Profesamos una especie de veneración por nuestros actos o nuestras palabras pasadas. Pero ¿por qué hemos de tener la cabeza vuelta hacia atrás? ¿Por qué arrastrar el cadáver de la memoria, para no contradecir algo que hemos dicho en este o en aquel lugar publico? Supongamos que tuviéramos que contradecirnos, ¿y qué? Abandona tu teoría, como José abandonó su capa en manos de la adúltera, y huye. La perseverancia necia en pensamientos anteriores es propiedad de las mentes mediocres, adorada por los estadistas, filósofos y teólogos de poca monta. A un alma grande contradecirse le trae sin cuidado. Le preocupa lo mismo que la sombra que proyecta en la pared.

Decid con energía lo que pensáis ahora, y mañana, con la misma energía, decid lo que pensáis entonces. «¡Pero si cambiamos de opinión constantemente, nunca llegaremos a ser comprendidos!» ¿Y qué? ¿Es tan malo ser mal interpretado? Pitágoras fue mal interpretado, y también lo fueron Sócrates, Jesús, Lutero y Galileo, y lo fueron todos los espíritus puros y graves que han honrado a la humanidad. Ser grande es ser mal comprendido.

[...]

Afirmad vuestra personalidad; no imitéis jamás… Nadie sabe lo que eres, ni qué puedes hacer, hasta que lo hayas mostrado. ¿Dónde está el maestro que enseñó a Shakespeare? ¿Dónde el que enseñó a Franklin, a Washington, a Bacon, a Newton? Todo gran hombre es único. No se hará nunca otro Shakespeare mediante el estudio de Shakespeare.

domingo, 5 de septiembre de 2021

"La vida de soltero con libertad parece más fácil". MGTOW en 1931

TEXTO COMPLETO: Según el informe del censo, ha habido una caída muy decidida en el matrimonio, y esto es atribuido a los hombres por aquellos que han investigado el tema. Dicen que las mujeres están tan ansiosas como siempre por entrar en la finca sagrada, pero que los hombres luchan tímidamente por ella. Sin duda que esto es cierto. Probablemente las mujeres siempre han estado más ansiosas por casarse que los hombres porque siempre han visto el matrimonio como una carrera y conseguir un marido su principal negocio en la vida. El juego favorito de todas las niñas es jugar a la novia, y para cuando llega a la adolescencia tiene su boda planeada, incluso hasta el último detalle sobre las niñas de las flores y las portadoras del anillo.

~ Los niños piensan en otras cosas. ~

Pero ningún niño pequeño espera con tanta alegría ser novio como lo hace con ser un lateral en un equipo de fútbol. El matrimonio nunca es el clímax de sus ambiciones como lo es de las de » chica. Sabe que, como la muerte, el matrimonio lo conseguirá tarde o temprano, pero, al menos hasta que se enamore, atesora una vaga y secreta esperanza de que de alguna manera puede escapar de ella.


Que los hombres se están volviendo más tímidos y más difíciles de atrapar cada año, las mujeres testificarán desde su experiencia personal. Cada vez más mujeres tienen que perseguir maridos si quieren uno. Los cebos más áridos y más atractivos tienen que usar para llevar a los hombres al redil matrimonial, y esto a pesar del hecho de que nunca las mujeres fueron más deseables, nunca más atractivas, nunca mejor equipadas para ser verdaderas compañeras de ayuda.

~ Costo demasiado grande ~

La renuencia del hombre moderno a casarse se puede explicar de muchas maneras. Primero, quizás, por el alto costo de vida. El matrimonio atrae más a los jóvenes e imprudentes, que no han aprendido a calcular el costo de las cosas, que a los maduros y cautelosos, que miran primero el precio y luego el artículo. Pero los niños no pueden casarse porque cuesta demasiado mantener a una familia, y para cuando un hombre puede permitirse un anillo de bodas con demasiada frecuencia ha perdido su gusto por él.

Entonces los hombres no se casan porque son demasiado egoístas. Se aman a sí mismas mejor que a cualquier mujer y consideran que cambiar su libertad y llaves de cierre por el privilegio de escuchar conferencias de cortina cuando llegan a casa a las 3 A.M. es un mal oficio. Prefieren los autos deportivos a los preambuladores y jugar al golf a hacer tareas en la casa los sábados medio festivos, por lo que se adhieren a la bendición individual en lugar de arriesgarse con la doble miseria.

~ Miedo a la pensión alimenticia ~

Otra razón por la que los hombres no se casan es por su miedo a la pensión alimenticia. Ciertamente, los jóvenes buscadores de oro, que hacen que un hombre pague y pague y pague mientras viva por el error que cometió al casarse con uno de ellos, están haciendo mucho para matar a la gallina de los huevos de oro. Porque han hecho del matrimonio una aventura peligrosa que hace que los hombres tengan los pies fríos incluso para pensar y eso hace que los prudentes eviten el altar.

Porque bajo las leyes actuales no importa si el hombre fue el culpable o no; Si un matrimonio se vuelve hinchado, tiene que pagar la cuenta del naufragio. El hombre puede haber hecho su parte con nobleza. La mujer puede haber renegado por completo de su parte. Ella puede haber sido una musaraña, una mujer perezosa imposible de vivir, pero la pobre, desafortunada que se ha casado con ella como para mantenerla, de todos modos, y a menudo para contribuir al apoyo de un segundo marido. Cuando piensas en las leyes de pensión alimenticia, la maravilla no es que tantos hombres tengan miedo de casarse, sino que cualquier hombre es lo suficientemente émbolo como para arriesgarse.


~ La necesidad es menor ~

Sin embargo, la prudencia no siempre impide que los hombres se ale. La falta de un incentivo también es un elemento disuasorio y ahora faltan dos de los principales motivos que antes causaban que los hombres se casaran. Una de ellas era la necesidad del hombre de que alguien lo cuidara y le proporcionara comodidad física. Los hombres solían casarse por un hogar y alguien para coser sus botones y enviar su ropa. Llegó una lima en la vida de un joven cuando estaba harto de las ciruelas pasas y el hachís de la pensión, y cuando se vestía a toda prisa no podía encontrar un collar limpio o un par de calcetines sin agujeros en ellos, un hogar y una esposa de repente parecían las cosas más deseables de la tierra y salió corriendo y le propuso matrimonio a la primera chica que conoció.

Pero ahora la tierra está sembrada de clubes y apartamentos de solteros donde los hombres solteros son valetados y cosseted mejor de lo que cualquier esposa podría hacerlo, lo que hace que casarse por un hogar sea una superfluidad. También, por desgracia, las mujeres han tirado, cuando entraron en el negocio, la pata de conejo con la que conjuraron a los hombres en el matrimonio. Porque ya no son más domésticos, y muchos hombres se abstienen de hacerle la pregunta a la chica con la que trabaja en el escritorio de al lado porque es muy consciente de que ella es una mejor gerente de ventas que una cocinera y que sería una compañera de negocios más satisfactoria que un compañero de vida.


~ Girls' Company Gratis. ~

Pero tal vez la razón principal por la que los hombres no se casan es porque no tienen que hacerlo para obtener compañía femenina. En los viejos tiempos, un hombre llevaba a una niña al altar porque esa era la única forma en que podía disfrutar de su sociedad sin que la madre y el padre lo escucharan. Luego, hacer el amor tuvo que llevar a algún lugar y pagó sus fiestas de mascotas con un certificado de matrimonio.

Ahora todo eso es gratis. La sociedad de las mujeres es tan libre para él como la de los hombres. Pasa sus días en oficinas con chicas. Juega al golf con ellos. Se va con ellos en largos viajes en automóvil, sin nunca un acompañante a la vista. Las chicas le sonríen. Se rompen el cuello tratando de complacerlo y mantenerlo entretenido y entretenido, y él no tiene que pagar sus cuentas o aguanta sus temperamentos o abreviar su propia libertad. Tiene un cinch. Y él lo sabe. Y quiere mantenerlo, por lo que no se casa.


-- DOROTHY DIX.

[Dorothy Dix, "High Cost of Keeping a Family and Fear of Alimony Keep Men from Altar – Bachelor Life looks Easier – Boys Too Poor, Men Too Wise To Take A Chance", sindicado, Spokane Daily Chronicle (Wa.), 10 de julio de 1931, p. 5] *** Este anuncio apareció en la página 3 del mismo periódico del que se tomó el artículo de Dix (en la página 5).

domingo, 1 de agosto de 2021

Jordan Peterson, Más allá del orden. 12 nuevas reglas para vivir (extracto)

A nivel moral, es mucho más seguro buscar en ti mismo los defectos del mundo, al menos en la medida en que alguien honesto y que no haga la vista gorda a propósito lo consideraría necesario. Cuando veas la viga en tu ojo y no la paja en el ajeno, seguramente tengas mucha más lucidez para saber qué es qué, quién es quién y dónde recae tu responsabilidad de las cosas. Es probable que tus propias imperfecciones sean obvias y múltiples; y sería oportuno que las abordaras como primer paso en tu camino redentor por mejorar el mundo. Arrogarse los pecados del mundo –asumir la responsabilidad por el hecho de que las cosas no anden bien en tu vida y fuera- es parte del camino mesiánico: parte de la imitación del héroe, en el sentido más auténtico. Esta es una cuestión psicológica o espiritual, más que sociológica o política. Pensad en los personajes creados por escritores de ficción de segunda: simplemente se dividen entre los que son buenos y los que son malos. En cambio, los escritores sofisticados trasladan la escisión al interior de los personajes que crean, de forma que cada persona se convierte en el campo de batalla eterno entre la luz y la oscuridad. En términos psicológicos, es mucho más adecuado (y encarna muchos menos peligros sociales) asumir que tú eres el enemigo –que son tus debilidades y deficiencias las que dañan el mundo- que asumir la bondad santurrona de ti y los tuyos y perseguir al enemigo que tenderás a ver por todas partes.

Es imposible combatir el patriarcado, reducir la opresión, promover la igualdad, transformar el capitalismo, salvar el medio ambiente, eliminar la competitividad, disminuir la intervención del Gobierno o llevar cualquier organización como un negocio. Dicho llanamente, estos conceptos son demasiado ambiguos. Recuerdo un sketch satírico del grupo de cómicos de Monty Python en que daban clases para tocar la flauta: soplas por un extremo y deslizas los dedos por los agujeros, decían. Cierto, pero inútil. Simplemente falta detalle. De forma similar, los procesos y sistemas sofisticados a gran escala no son lo bastante reales para hacer posible su transformación unitaria integral. La idea de que sí lo son es fruto de los cultos del siglo XX. Las creencias de esos cultos son infantiles y narcisistas; y el activismo que promueven es lo que una persona resentida y perezosa usa para sustituir el logro genuino. Los axiomas únicos de las personas poseídas por una ideología son como dioses, servidos a ciegas por sus proselitistas.

Sin embargo, la ideología ha muerto, como Dios. Los excesos sanguinarios del siglo XX la mataron. Deberíamos librarnos de ella y empezar a abordar y sopesar problemas más pequeños y mejor definidos. Deberíamos imaginárnoslos a una escala en que podamos empezar a resolverlos no culpando a otros, sino intentando solventarlos nosotros mismos mientras nos responsabilizamos del resultado.

Ten un poco de humildad. Ordena tu cuarto. Cuida de la familia. Haz caso a lo que dicta tu conciencia. Endereza tu vida. Encuentra algo productivo e interesante que hacer y comprométete a hacerlo. Cuando tengas todo eso resuelto, busca un problema más grande y trata de solucionarlo si te atreves. Si también lo consigues, pasa a proyectos aún más ambiciosos. Y como primer paso para ello… abandona la ideología.